miércoles, diciembre 29, 2010

Plan de contingencia

Me desperté a las 07:30 hs, debía llegar temprano al trabajo y estaba algo atraso de antemano; hoy era la prueba semestral de Disaster Recovery y me tocaba esta vez ser el auditor técnico de mi sector.

En resumidas cuentas el dichoso ejercicio se trataba de levantar y dejar operativo el centro de cómputos en una zona segura y semi-remota en menos de 2 horas, esto se planificaba para los casos de catásfrofe de cualquier tipo (como un incendio, derrumbe, tornados, o una simple explosión).

Estaba algo dormido, producto del coctel de ansiolíticos y anti-depresivos  que estaba tomando desde mi última crisis nerviosa. Me di una ducha rápida tomé un café con leche y tostadas, me vestí un traje azul marino; como siempre prometía peinarme y afeitarme antes de retirarme a trabajar, pero siempre fallaba en cumplir.

Caminé las pocas cuadras que me separaban de mi humilde morada en Gaboto y Asunción, a la estación de Subterraneo del Palacio Legislativo; debía tomar la linea D, que transitaba desde la Plaza del Entrevero, a la Estación Manga; calculaba no más de 35 minutos todo el trayecto, hoy era jueves así que la parada en la estación del Hipódromo/Casino de Maroñas no tendría demasiados jugadores compulsivos, deseosos por perder sus pocos ahorros en los caballos y en la máquinas traga-moneda/escupe-miseria.

Durante el primer tramo hacia la altura de la Plaza del Ejército, tuve que soportar un duo de músicos "callejeros", que interpretaban de mala gana temas de folklore, un par de vendedores de golosinas y un ex-adicto a las drogas que solicitaba colaboraciones para la ONG que lo había ayudado a salir de su infierno.

A la siguiente parada y coincidiendo con estación del Cuartel de Blandengues (que estaba a la altura de la iglesia del cerrito), se subieron dos veteranas que leían tramos de la Biblia y declaraban que el fin de los tiempos habían llegado y que si no abrazabamos la obra del Nazareno, estariamos perdidos.
Cosa que no tomé muy en serio, últimamente me consideraba un ateo perezoso ya que no pertenecía a ningún culto ni tomaba posición militante por el tema. La alharaca duró dos paradas hasta que el inspector sabiamente les pidió que dejaran de gritar el evangelio como dos sicóticas, y que trataran de respetar al resto de los pasajeros; en su mayoría trabajadores de cuello blanco que se iban al Zona Franca de Manga, a jugar que trabajaban ocho horas en unas oficinas/cubículos de última generación, y a lo que más se dedicaban era a perder el tiempo en redes sociales y en los últimos gadgets tecnológicos.

El siguiente círculo de este dantesco viaje, fue la estación del Hipódromo en que se subió un "humorista" que contaba con malísimos chistes con doble sentido, que hacían más que molestar a los pasajeros que hacer más ameno el trayecto. Por suerte estaba con mi copia de A Contraluz de Thomas Pynchon, y me abstraje de tan lamentable espectáculo.

Llegué a destino, me faltaban caminar unas cuadras antes de llegar a la estación satelital de la Telefónica Estatal; lugar que sabiamente habían planificado como sitio de contingencia del centro de cómputos. Me detuve en el automercado de la zona para comprar una coca cola y un par de empanadas, por si me pezcaba el hambre en el correr de la mañana; y caminé distraídamente las siguientes 2 cuadras solo aflojándome la corbata de seda; única señal de mi anterior etapa de yuppie electrónico. Ya llevaba 12 años trabajando en la empresa Telefónica, y desde el primer día iba correctamente vestido ahora iba con los pantalones algo arrugados, y con los bolsillos llenos de porquerías.

Pasé mi tarjeta magnética en la puerta de acceso al complejo Manga eran las 08:45 de la mañana, estaba previsto que entre las 10:00 y la 11:00 hs comenzara el simulacro. Me dediqué a vagar un rato por el eficicio principal de tres pisos muy similar al edificio adjunto a la Torre de Comunicaciones. Había otros dos edificios, uno un almacén subteráneo que era una especie de monolito enterrado 45 grados, y que por dento parecía un hangar retro-futurista por sus dimensiones; el otro edificio era la central de las antenas satelitales que era una especie de rombo futurista invertido, que me hacía acordar al Museo de Arte Contemporáneo de Niterói de Oscar Niemeyer.

En el segundo piso del centro del complejo estaban instaladas cincuenta estaciones de trabajo para los administradores de los servicios más críticos, el resto del piso era un pequeño espacio que era una zona desmilitarizada, no recuerdo si era porque todavía no había la autorización del sector Arquitectura para acomodar otros puestos de trabajo.

El tercer piso estaba en vías de terminación, la idea era acomodar un Call Center entero. En el primer piso estaban la gran sala de servidores y dos salas más pequeñas para los equipos de comunicaciones. Normalmente el edificio era mantenido por 10 personas que estaban alojadas en un mini-bunker en la planta baja cerca de una sala de videoconferencias y un par de salas de capacitación. Los trabajadores era en su mayoría funcionarios veteranos que habían "flipado" en algún momento de su carrera y estaban esperando los últimos años para retirarse, ellos siempre eran muy simpáticos con los visitantes ya que se consideraban que estaban en un campo de descanso del ruido intenso y stress de las centrales Aguada y Pocitos.
Uno de ellos era aficionado a jugar al golf en la zona de estacionamientos en la hora del almuerzo. Me parecía que el virtual aislamiento y los largos años de trabajar con centrales electromecánicas, los tenía algo desnorteados. En fin, gajes del oficio.

Me senté en mi estación de trabajo y comencé a revisar la tareas pendientes y los resumenes de los "brain-stormings" que se generaban luego de las reuniones entre jefes y coordinadores, estos últimos tratando de imponer nuevas mejoras en la calidad de los procesos y la clásica charla de la mejora de la relación con cliente interno y otras cosas más que ya me dejaron de interesar hace tiempo; ya que se perdía más tiempo siguiendo al pie de la letra los procedimientos recortándose la iniciativa y la capacidad de reacción ante escenarios no planeados de problemas.
En conclusión, todo era una galimatías auto-referencias de Ingenieros con demasiado tiempo disponible y pocas ganas de innovar.

El secreto del ejercicio consistia en que se seleccionara aleatoriamente una "situación de catástrofe" de un conjunto de escenarios posibles que previamente habían sido calculados meticulosamente; media hora antes de la hora de la maniobra un comité votaba por mayoria simple cuál problema se iba a reproducir y que procedimiento se debía aplicar. Y en el momento preciso del evento se les avisaba a los distintos coordinadores del tipo de simulacro que debían enfrentar.

A las 10:30 hs me llamaron para indicarme que se había producido una explosión en un generador de emergencia y que el supuesto incendio estaba afectando la continuidad del servicio. En resumidas cuentas se comenzaba el ejercicio.

Me avisan que los servidores de Contingencia están activos desde los primeros 5 min. y que hubo una pérdida mínima del servicio; se reportó un micro-corte del sitio web empresarial cosa no muy graciosa para la gente de Marketing, que según su utópica visión de la tecnología consideran que el no poder acceder a un sitio web es tan crítico, como una mala declaración de algún político en campaña electoral.

A las 11:15 veo a los primero técnicos que llegan algunos en camioneta y otros a través del subte. Se ponen en sus puestos de trabajo y comienzan a monitorear los servicios; hay un par de malentendidos y se corta el servicio a un par de aplicaciones de media importancia para el negocio. Estamos al 60 % de operación, lo importante era que el sistema de facturación siguiera funcionando y que no hubiera un colapso en centrales digitales y de datos. Todavía falta confirmar la operatividad de los servicios internos, que ante este plan tienen segunda prioridad.

En los siguientes 15 min. llega el segundo contingente de técnicos, y luego de una pequeña discusión por los puestos de trabajos se levanta el resto de los servicios. En el medio de la "catástrofe" se nota la disconformidad por el mal funcionamiento de los sistemas de aire acondicionado y que la iluminación es algo tenue comparado a la del centro de computos de Cordón.

Luego de listar un par de detalles menores como la falta de insumos informáticos, como hojas para impresión y toner para las impresoras. El problema más inmediato es que la centralita todavía no permite el llamado a líneas externas y solo podemos comunicarnos con líneas internas.

Se hace una reunión de los auditores para redactar las fallas e imprevistos y se declara que el ejercicio fue exitoso en un 95%.
Son las 12:15 y estamos en línea nuevamente, y solo tengo ganas de rascarme los sobacos.

martes, diciembre 21, 2010

Actividad extra-vehicular

Ya el era el cambio de guardia, es mi turno de reajustar los paneles solares y reparar el casco de protección de la estación sub-orbital; tengo 30 minutos para vestirme el traje, y esperar 45 minutos más para que el cambio de presión surta efecto.
Me traje escondido en mi ordenador de bolsillo, una novela histórica sobre la caída de Roma, tenía que matar el tiempo de alguna forma, aunque me parece más interesante la vista exterior. Hoy me tocan 4 horas de trabajo exhaustivo, sobre la altitud baja de la Tierra, mi concentración debe estar centrada en el módulo Leonov, enviado hace 2 años por una de las vieja Soyuz TMG, que ya estaban por ser retiradas.

No confio mucho en esta vieja estación espacial, ya lleva 25 años en funcionamiento y últimamente ha tenido más fallas técnicas, que la vieja y querida Mir. Solo temo que el brazo mecánico no se quiebre y me libere a una teórica caída libre de 300 Kms de altura; solamente con la fricción de la atmósfera me quemaría al instante, cosa que no me preocupa tanto a no ser los restos milimétrico de los viejos satélites japoneses y chinos exterminados por misiles desde la superficie, que pueden dejar mi traje espacial como un colador.
Es interesante pensar que toda esta basura espacial, es codiciada por los buitres de los consorcios privados, que lanzan semestralmente las "ballenas estelares", grandes monta-cargas (o basureros espaciales) que aspiran los restos orbitales de los cohetes y satélites retirados desde hace varias semanas.

La cúpula de presurización tiene una pequeña escotilla, que me deja ver el extenso desierto nor-africano, y el cercano Medio Oriente, y la mal llamada "Tierra Santa". Me imagino como sería vivir en el desértivo planeta de Arrakis. Y pienso en los posibles enfrentamientos que han visto esas arenas desde los orgines de la humanidad.

Aunque la paga es interesante lo hago más por el retiro anual del centro espacial, el cual me tenía agotado estos últimos años. Y pensar que esta estación es más un punto de embarque de las naves que van y vienen hace el territorio selenita, especie de nueva América; primer parada obligatoria de la humanidad antes de emprender el salto a las estrellas.

Ya pasaron los 45 minutos de presurización, ya debo salir en mi 5ta. actividad extra-vehicular de esta semana.

sábado, diciembre 18, 2010

Taller # 1

Otra tarde saliendo del ruidoso trabajo cruzando mis manos como si estuviera rezando en el colectivo, o solo descansando luego de teclear infinitamente, textos deformes de lenguas nunca habladas por humanos.

Con las manos cruzadas, espero que terminen de subir los siguientes pasajeros, en ese lento trayecto que traza el 370, desde el Centro hasta Portones.

Siento que estoy ansioso por contar a mi terapeuta de las "novedades" de la semana, y mis deseos de dejar la lectura compulsiva, creo van doce libros en este mes.

Hoy me olvide de traer esa nueva novela de autor nacional, que lo venden como la revelación de mi generación; aunque de primera leída me parecía un ejercicio pésimo de auto-superación y esnobismo.

Manos cruzadas, con ganas de tocar una guitarra, recordando esos acordes del blues americano.

Manos cruzadas, ansiando por la piel de alguna mujer perdida por mis ejercicios involuntarios, de terquedad e inmadurez.

- & -



Miro el espejo otra vez, y siento el peso de mi imagen, debo mejorarla; un corte de cabello y una afeitada. Siento que parezco un alma vagabunda, sin méritos, o solo despreocupado por momentos.
Creo ver otra persona en esa mirada cansada y lejana; como si estos 36 años, hubieran sido siglos.
Noto mis canas en la barba, y pienso en que es otra muestra innegable del paso del tiempo; el cual no perdona y no deja olvidar.

No es que me sienta viejo y desgastado, es que los días se hacen largos. Entre la oficina, el paseo vespertino, y las largas horas leyendo a Thomas Pynchon y su Arco Iris de Gravedad.

Espero algún día llegar a tener la paciencia de escribir las memorias de mi familia; larga historia de medias mentiras, absurdos y desencuentros; cosas propias de mentes neuróticas, o gente común con mucho tiempo, para hacerse problemas en un vaso de agua.

Veo ese rostro, y siento que soy el reflejo, o mejor dicho, soy los restos de mis ancestros, generaciones de pruebas y errores, que confundido ser, ante este reflejo nocturno.

poema #1

Sobre un cielo grisaceo
escribo estas líneas
para olvidarme intuyo
para conocerme realmente

solo espero el día
en que vos
amada soledad
me dejes intacto

sin sufrir más bajas
que una inconfundible
necesidad de expresarme
libremente

sin conflictos
solo y sin ambición mayor
que lograr
un cliente atmosférico

en la "música"
que hago al golpear
con alevosía mi guitarra

en el que daño mis dedos
esperando el orgasmo infinito
e indoloro.

jueves, diciembre 16, 2010

Hora de salida

Tengo que ir a buscar el libro
de Mario Levrero,
no porque lo necesite,
sino porque una fuerza interior,
me lo exije.

Liquido mis deudas,
adquiero otras;
este es el ciclo actual
de la vida moderna.
Antes,
solo me preocupaba por leer a Bukowksi,
emborracharme,
y tocar violentamente mi guitarra.

En definitiva,
me gustan los "placeres" inócuos
de la vida post-post-moderna.

Me voy,
esta vida de oficina me oxida,
y me nubla el cerebro.