Con las manos cruzadas, espero que terminen de subir los siguientes pasajeros, en ese lento trayecto que traza el 370, desde el Centro hasta Portones.
Siento que estoy ansioso por contar a mi terapeuta de las "novedades" de la semana, y mis deseos de dejar la lectura compulsiva, creo van doce libros en este mes.
Hoy me olvide de traer esa nueva novela de autor nacional, que lo venden como la revelación de mi generación; aunque de primera leída me parecía un ejercicio pésimo de auto-superación y esnobismo.
Manos cruzadas, con ganas de tocar una guitarra, recordando esos acordes del blues americano.
Manos cruzadas, ansiando por la piel de alguna mujer perdida por mis ejercicios involuntarios, de terquedad e inmadurez.
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Miro el espejo otra vez, y siento el peso de mi imagen, debo mejorarla; un corte de cabello y una afeitada. Siento que parezco un alma vagabunda, sin méritos, o solo despreocupado por momentos.
Creo ver otra persona en esa mirada cansada y lejana; como si estos 36 años, hubieran sido siglos.
Noto mis canas en la barba, y pienso en que es otra muestra innegable del paso del tiempo; el cual no perdona y no deja olvidar.
No es que me sienta viejo y desgastado, es que los días se hacen largos. Entre la oficina, el paseo vespertino, y las largas horas leyendo a Thomas Pynchon y su Arco Iris de Gravedad.
Espero algún día llegar a tener la paciencia de escribir las memorias de mi familia; larga historia de medias mentiras, absurdos y desencuentros; cosas propias de mentes neuróticas, o gente común con mucho tiempo, para hacerse problemas en un vaso de agua.
Veo ese rostro, y siento que soy el reflejo, o mejor dicho, soy los restos de mis ancestros, generaciones de pruebas y errores, que confundido ser, ante este reflejo nocturno.
Miro el espejo otra vez, y siento el peso de mi imagen, debo mejorarla; un corte de cabello y una afeitada. Siento que parezco un alma vagabunda, sin méritos, o solo despreocupado por momentos.
Creo ver otra persona en esa mirada cansada y lejana; como si estos 36 años, hubieran sido siglos.
Noto mis canas en la barba, y pienso en que es otra muestra innegable del paso del tiempo; el cual no perdona y no deja olvidar.
No es que me sienta viejo y desgastado, es que los días se hacen largos. Entre la oficina, el paseo vespertino, y las largas horas leyendo a Thomas Pynchon y su Arco Iris de Gravedad.
Espero algún día llegar a tener la paciencia de escribir las memorias de mi familia; larga historia de medias mentiras, absurdos y desencuentros; cosas propias de mentes neuróticas, o gente común con mucho tiempo, para hacerse problemas en un vaso de agua.
Veo ese rostro, y siento que soy el reflejo, o mejor dicho, soy los restos de mis ancestros, generaciones de pruebas y errores, que confundido ser, ante este reflejo nocturno.
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