Un tercio de mi actual vida,
la malgasto en la máquina trepanadora,
otro tercio mal durmiendo,
y el restante
lo trato de llevar
entre la lectura,
el ocio,
la locura
y la música.
En el tercio final del día/noche,
lo degusto entre unos tragos de vodka
y música de noise-rock,
la mayoria del tiempo
trato de caminar,
planchar algunas camisas
y limpiar la mugre acumulada.
Otras veces
me dedico a golpear mi guitarra Jazzmaster,
imitando los sonidos disonantes
de bandas desconocidas.
O escuchar vinilos
de Miles Davis o Charles Mingus.
En fin,
casi tengo cuarenta años,
y no tengo un plan
para alcanzar una "calidad de vida",
solo me dejo llevar
por el momento,
algunas veces tratando
de dominar la ansiedad
y la melancolía.
U otras veces,
gritando contra el viento.
jueves, febrero 03, 2011
miércoles, enero 19, 2011
Tiempo en espera, o de como salir bajo la lluvia en verano
Mediodía lluvioso en verano, estaba esperando al escritor argentino que venía de paseo. Quería ver el infra-mundo de Montevideo, parece que no tenía suficiente con sus triangulaciones entre Rosario, La Plata y Buenos Aires.
Hace unos meses me habia contactado con él, a través de la red de músicos de free-jazz, al parecer el tipo, era un conocedor de la escena musical local, según las críticas, yo figuraba como referente de la zona más vanguardista y ruidosa del género.
Quedé de buscarlo al puerto de Montevideo a las cuatro de la tarde, por lo que debía de salir de la rutina de escribir líneas de código, para la empresa de telecomunicaciones.
No tenía idea de que quería ver de esta gris metrópolis, en medio de la desolación de la segunda quincena de enero; todos los que no conocía por el trabajo, estaban gastando sus ahorros en el este del territorio, o en los países cercanos. Estos días solo hay oportunidad de entretenerse en algún teatro under o en los bares de barrio; lo demás que era de exclusividad para los turistas.
El día de hoy, no hay tantas tareas pendientes, ya estaba muy adelantado en los cinco proyectos que era miembro, me ocupaba solo de ver caer la lluvia que se reflejaba desde la sucia ventana. Capáz tuviera tiempo para improvisar algunas líneas de escritura en mi estación de trabajo.
A la hora comer fue a buscar una milanesa al pan, me pareció lo suficiente contundente como para darme ganas de tirarme una siesta, pero como es poco serio el ponerse a dormir en un puesto de trabajo, desistí de la idea.
En la bandeja de entrada del correo, solo tenía una petición de reunión de coordinación de tareas, un mal chiste de gallegos, y el nuevo reglamento para el acceso remoto a la red corporativa.
Eran las dos de la tarde, y parecía que no iba a llegar más la hora para escaparme a la ciudad vieja. En el chat, una compañera de trabajo se me insinuó; ya había salido un par de veces con ella, y la cosa no llegó a más que unas caricias y un poco de histeriqueo femenino.
Me llamó mi coordinador, y solicitó una reunión del grupo de trabajo para la tarde del día siguiente, al parecer quería discutir la "estrategia", o la bajada de línea que le habían dado desde la gerencia de tecnología.
Aún no tenía nada importante para hacer, y no se me ocurría nada para matar el tiempo, lo seguro era que tendría que ponerme al día con los temas más burocráticos del trabajo, o reservar una nueva cita con la psiquiatra; la cual me había diagnosticado hace un semestre "angustia y stress", por lo que debía diariamente tomar un coctel de anti-depresivos y ansiolíticos.
Revisé mis contactos web, para ver si mis amigos en el ciberespacio habían actualizado algo o para re-leer algún tema dejado a medias en días pasados.
La compañera de trabajo pasó a mi lado, traía un vestido corto muy ajustado que le quedaba demasiado bien; no quería ilusionarme mucho con el tema ya que me había enterado recientemente que estaba saliendo con un tipo mayor, y dueño de una consultora de informática.
Se me plantó a mi lado, para consultarme si la estaba al día con las nuevas normas de seguridad informática que se habían aprobado en la semana anterior. Cosa que contesté afirmativamente, pero debía aplicarlas siguiendo las órdenes de mi coordinador. En fin, cosas de la burocracia empresarial, te matan la iniciativa al primer intento.
Mientras el resto del grupo estaban ocupados con una maniobra de migración, yo me dediqué a buscar algo acerca del famoso personaje que debía acompañar por un par de días, o cuando me cansara del tipo y lo derivara a un amigo en común que estaba ocupado terminando su tercera novela de ficción, creo que una ucronía en este caso.
La obra del argentino era extensa, a pesar que nos separaban solo tres años de edad, y yo solo me dedicaba a publicar irregularmente en revistas virtuales. El personaje era un licenciado en Filosofía y también doctorado en Física. Lei un par de sus poemas, eran interesantes pero sin ser arriesgados o reales. Vendía bien sus libros, y era coleccionista de items de Kubrick, supongo que era una excentricidad debido a su ascendencia patricia.
Eran las cuatro menos cuarto, hora de salir a buscar al escritor. Había parado la lluvia, y algunos huecos entre el grisaceo degradée del cielo daban señales, que no seguiría de momento la lluvia.
Llegué al puerto, y me enteré que se habían cancelado las salidas de barcos desde Buenos Aires hasta el día siguiente. Que boludo, no había chequeado las noticias del día, que indicaban una alerta de temporal a ambas márgenes del Río de la Plata.
Aproveche mi salida temprana del trabajo, para recorrer el pasillo de los artistas, era al lado del Mercado de Puerto, y consistia en una cuadra entera con talleres de pintores y escultores. Me fijé en una pintura que me hizo acordar a Rothko pero el costo era prohibitivo. Y recordé que esas obras estan vedadas para los montevideanos, y serían presa segura, para algún richachón de Porto Alegre o San Pablo.
Entré a un bar alejado del Mercado para tomar un café con leche, y revisar en mi consola portátil las novedades acerca del conflicto en el Medio Oriente, las lluvias en Australia, y las últimas declaraciones de Alan Turing acerca de la industria informática.
El café no estaba malo, pero había un olor rancio en el bar que daban a la experiencia un toque de novela negra. Había un par de borrachos discutiendo sobre la anexión de Colombia al Mercosur, y de como seguía manteniéndose el bloqueo económico a Cuba.
Creo que sería bueno pasear un poco, antes de tomar la linea A de subterráneo en la Plaza Zabala, y hacer el trayecto hasta mi casa cerca del Palacio Legislativo.
Hoy tenía ganas de tocar el piano, como lo haría el viejo Hank, borracho y usándolo como intrumento de percusión hasta que los dedos me empezaran a sangrar un poco.
Hace unos meses me habia contactado con él, a través de la red de músicos de free-jazz, al parecer el tipo, era un conocedor de la escena musical local, según las críticas, yo figuraba como referente de la zona más vanguardista y ruidosa del género.
Quedé de buscarlo al puerto de Montevideo a las cuatro de la tarde, por lo que debía de salir de la rutina de escribir líneas de código, para la empresa de telecomunicaciones.
No tenía idea de que quería ver de esta gris metrópolis, en medio de la desolación de la segunda quincena de enero; todos los que no conocía por el trabajo, estaban gastando sus ahorros en el este del territorio, o en los países cercanos. Estos días solo hay oportunidad de entretenerse en algún teatro under o en los bares de barrio; lo demás que era de exclusividad para los turistas.
El día de hoy, no hay tantas tareas pendientes, ya estaba muy adelantado en los cinco proyectos que era miembro, me ocupaba solo de ver caer la lluvia que se reflejaba desde la sucia ventana. Capáz tuviera tiempo para improvisar algunas líneas de escritura en mi estación de trabajo.
A la hora comer fue a buscar una milanesa al pan, me pareció lo suficiente contundente como para darme ganas de tirarme una siesta, pero como es poco serio el ponerse a dormir en un puesto de trabajo, desistí de la idea.
En la bandeja de entrada del correo, solo tenía una petición de reunión de coordinación de tareas, un mal chiste de gallegos, y el nuevo reglamento para el acceso remoto a la red corporativa.
Eran las dos de la tarde, y parecía que no iba a llegar más la hora para escaparme a la ciudad vieja. En el chat, una compañera de trabajo se me insinuó; ya había salido un par de veces con ella, y la cosa no llegó a más que unas caricias y un poco de histeriqueo femenino.
Me llamó mi coordinador, y solicitó una reunión del grupo de trabajo para la tarde del día siguiente, al parecer quería discutir la "estrategia", o la bajada de línea que le habían dado desde la gerencia de tecnología.
Aún no tenía nada importante para hacer, y no se me ocurría nada para matar el tiempo, lo seguro era que tendría que ponerme al día con los temas más burocráticos del trabajo, o reservar una nueva cita con la psiquiatra; la cual me había diagnosticado hace un semestre "angustia y stress", por lo que debía diariamente tomar un coctel de anti-depresivos y ansiolíticos.
Revisé mis contactos web, para ver si mis amigos en el ciberespacio habían actualizado algo o para re-leer algún tema dejado a medias en días pasados.
La compañera de trabajo pasó a mi lado, traía un vestido corto muy ajustado que le quedaba demasiado bien; no quería ilusionarme mucho con el tema ya que me había enterado recientemente que estaba saliendo con un tipo mayor, y dueño de una consultora de informática.
Se me plantó a mi lado, para consultarme si la estaba al día con las nuevas normas de seguridad informática que se habían aprobado en la semana anterior. Cosa que contesté afirmativamente, pero debía aplicarlas siguiendo las órdenes de mi coordinador. En fin, cosas de la burocracia empresarial, te matan la iniciativa al primer intento.
Mientras el resto del grupo estaban ocupados con una maniobra de migración, yo me dediqué a buscar algo acerca del famoso personaje que debía acompañar por un par de días, o cuando me cansara del tipo y lo derivara a un amigo en común que estaba ocupado terminando su tercera novela de ficción, creo que una ucronía en este caso.
La obra del argentino era extensa, a pesar que nos separaban solo tres años de edad, y yo solo me dedicaba a publicar irregularmente en revistas virtuales. El personaje era un licenciado en Filosofía y también doctorado en Física. Lei un par de sus poemas, eran interesantes pero sin ser arriesgados o reales. Vendía bien sus libros, y era coleccionista de items de Kubrick, supongo que era una excentricidad debido a su ascendencia patricia.
Eran las cuatro menos cuarto, hora de salir a buscar al escritor. Había parado la lluvia, y algunos huecos entre el grisaceo degradée del cielo daban señales, que no seguiría de momento la lluvia.
Llegué al puerto, y me enteré que se habían cancelado las salidas de barcos desde Buenos Aires hasta el día siguiente. Que boludo, no había chequeado las noticias del día, que indicaban una alerta de temporal a ambas márgenes del Río de la Plata.
Aproveche mi salida temprana del trabajo, para recorrer el pasillo de los artistas, era al lado del Mercado de Puerto, y consistia en una cuadra entera con talleres de pintores y escultores. Me fijé en una pintura que me hizo acordar a Rothko pero el costo era prohibitivo. Y recordé que esas obras estan vedadas para los montevideanos, y serían presa segura, para algún richachón de Porto Alegre o San Pablo.
Entré a un bar alejado del Mercado para tomar un café con leche, y revisar en mi consola portátil las novedades acerca del conflicto en el Medio Oriente, las lluvias en Australia, y las últimas declaraciones de Alan Turing acerca de la industria informática.
El café no estaba malo, pero había un olor rancio en el bar que daban a la experiencia un toque de novela negra. Había un par de borrachos discutiendo sobre la anexión de Colombia al Mercosur, y de como seguía manteniéndose el bloqueo económico a Cuba.
Creo que sería bueno pasear un poco, antes de tomar la linea A de subterráneo en la Plaza Zabala, y hacer el trayecto hasta mi casa cerca del Palacio Legislativo.
Hoy tenía ganas de tocar el piano, como lo haría el viejo Hank, borracho y usándolo como intrumento de percusión hasta que los dedos me empezaran a sangrar un poco.
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pajas mentales,
realidades paralelas
Un paseo mínimo
Hace media hora que espero a mis compañeros de trabajo, era un día sábado a mediados de marzo; el plan consistía en vagar el fin de semana, o por el menos perder el día en la zona industrial de la metrópolis.
Estaba un poco dormido, la noche previa me tocó una jornada larga en el centro de cómputos; la transferencia de datos del sistema de Roaming estaba fallando, y tuve doce horas seguidas de discusiones con la operadora telefónica de Brasil.
Hoy me levanté con el llamado de uno de mis compañeros de trabajo, recordándome que eran las ocho de la mañana, y que en media hora estuviera pronto.
Los accesos a la ruta 5 estaban despejados, a no ser por algunos carros de caballos, y los camiones de Ancap que venían desde el norte.
La primera hora nos dedicamos a tomar cerveza dentro del auto, recordando viejas anécdotas del día a día de la oficina; eramos cuatro borrachos en el viejo Gol rojo; llevabamos una carpa, sobres de dormir, papitas y tres botellas de cerveza.
En un momento pasamos por una chacra, creo que la San José (o un nombre similar); y por voto mayoritario, se decidió desviar el camino y entrar el alguna bodega de vinos para "recargar pólvora".
Dio la casualidad que ese día en la Bodega que no recuerdo el nombre, se estaba realizando un paseo guiado. Veiamos dos grupos de turistas, unos brasileros y otros paraguayos; al parecer el tour consistía en degustar los vinos de la casa y degustar un asado criollo.
Por ser el más viejo del cuarteto y no estar tan entonado, me encargué de sobornar a un capataz, haciéndonos pasar como un grupo de catadores que venían a comprar algunas botellas de la reserva de la casa.
A pesar de estar un poco borrachos disfrutamos el paseo por la viña, el ver como se realizaba la vendimia, y su descarga en los silos gigantéscos del depósito central.
Aunque era pasado el mediodía, aún había una brisa casi otoñal que me hizo despabilarme; pude degustar los distintos vinos y quesos que nos ofrecían nuestros huéspedes.
En un momento y como se había corrido el rumor que eramos catadores de vinos, se nos pidió el realizar un análisis de los vinos tintos, creo que era el único de mis amigos capacitado para responder de forma un poco veraz; fruto de varias tardes de charla con un ex-compañero del liceo que trabajaba en una vinería del Centro, el cual me había educado acerca de las bondades del vino.
Aunque no llegó a ser una celebración en nombre del dios Baco, o saliera un fiesta Dionísica , el humor de grupo dio un poco la nota cómica de la velada.
Entre la cata de vinos y el asado me dedique a charlarme a una de las guías turísticas, mis compañeros se concentraron en conquistar a una de las enólogas del lugar. Creo que el más fachero del grupo pudo concertar una cita para próxima semana; en cambio yo solamente había logrado recomendarle un par de libros a la guía turística, y un buen bar para escuchar blues acústico.
La velada amena terminó a las cuatro de la tarde, cuando gastamos entre los cuatro nuestros únicos ahorros en un par de cajas con Cabernet Sauvignon y un par de Tannat(s) de guarda, premiados en la última Feria de Catadores.
Aún teniamos algo de nafta en el auto para volver a la ruta y seguir nuestro camino.
Estaba un poco dormido, la noche previa me tocó una jornada larga en el centro de cómputos; la transferencia de datos del sistema de Roaming estaba fallando, y tuve doce horas seguidas de discusiones con la operadora telefónica de Brasil.
Hoy me levanté con el llamado de uno de mis compañeros de trabajo, recordándome que eran las ocho de la mañana, y que en media hora estuviera pronto.
Los accesos a la ruta 5 estaban despejados, a no ser por algunos carros de caballos, y los camiones de Ancap que venían desde el norte.
La primera hora nos dedicamos a tomar cerveza dentro del auto, recordando viejas anécdotas del día a día de la oficina; eramos cuatro borrachos en el viejo Gol rojo; llevabamos una carpa, sobres de dormir, papitas y tres botellas de cerveza.
En un momento pasamos por una chacra, creo que la San José (o un nombre similar); y por voto mayoritario, se decidió desviar el camino y entrar el alguna bodega de vinos para "recargar pólvora".
Dio la casualidad que ese día en la Bodega que no recuerdo el nombre, se estaba realizando un paseo guiado. Veiamos dos grupos de turistas, unos brasileros y otros paraguayos; al parecer el tour consistía en degustar los vinos de la casa y degustar un asado criollo.
Por ser el más viejo del cuarteto y no estar tan entonado, me encargué de sobornar a un capataz, haciéndonos pasar como un grupo de catadores que venían a comprar algunas botellas de la reserva de la casa.
A pesar de estar un poco borrachos disfrutamos el paseo por la viña, el ver como se realizaba la vendimia, y su descarga en los silos gigantéscos del depósito central.
Aunque era pasado el mediodía, aún había una brisa casi otoñal que me hizo despabilarme; pude degustar los distintos vinos y quesos que nos ofrecían nuestros huéspedes.
En un momento y como se había corrido el rumor que eramos catadores de vinos, se nos pidió el realizar un análisis de los vinos tintos, creo que era el único de mis amigos capacitado para responder de forma un poco veraz; fruto de varias tardes de charla con un ex-compañero del liceo que trabajaba en una vinería del Centro, el cual me había educado acerca de las bondades del vino.
Aunque no llegó a ser una celebración en nombre del dios Baco, o saliera un fiesta Dionísica , el humor de grupo dio un poco la nota cómica de la velada.
Entre la cata de vinos y el asado me dedique a charlarme a una de las guías turísticas, mis compañeros se concentraron en conquistar a una de las enólogas del lugar. Creo que el más fachero del grupo pudo concertar una cita para próxima semana; en cambio yo solamente había logrado recomendarle un par de libros a la guía turística, y un buen bar para escuchar blues acústico.
La velada amena terminó a las cuatro de la tarde, cuando gastamos entre los cuatro nuestros únicos ahorros en un par de cajas con Cabernet Sauvignon y un par de Tannat(s) de guarda, premiados en la última Feria de Catadores.
Aún teniamos algo de nafta en el auto para volver a la ruta y seguir nuestro camino.
miércoles, diciembre 29, 2010
Plan de contingencia
Me desperté a las 07:30 hs, debía llegar temprano al trabajo y estaba algo atraso de antemano; hoy era la prueba semestral de Disaster Recovery y me tocaba esta vez ser el auditor técnico de mi sector.
En resumidas cuentas el dichoso ejercicio se trataba de levantar y dejar operativo el centro de cómputos en una zona segura y semi-remota en menos de 2 horas, esto se planificaba para los casos de catásfrofe de cualquier tipo (como un incendio, derrumbe, tornados, o una simple explosión).
Estaba algo dormido, producto del coctel de ansiolíticos y anti-depresivos que estaba tomando desde mi última crisis nerviosa. Me di una ducha rápida tomé un café con leche y tostadas, me vestí un traje azul marino; como siempre prometía peinarme y afeitarme antes de retirarme a trabajar, pero siempre fallaba en cumplir.
Caminé las pocas cuadras que me separaban de mi humilde morada en Gaboto y Asunción, a la estación de Subterraneo del Palacio Legislativo; debía tomar la linea D, que transitaba desde la Plaza del Entrevero, a la Estación Manga; calculaba no más de 35 minutos todo el trayecto, hoy era jueves así que la parada en la estación del Hipódromo/Casino de Maroñas no tendría demasiados jugadores compulsivos, deseosos por perder sus pocos ahorros en los caballos y en la máquinas traga-moneda/escupe-miseria.
Durante el primer tramo hacia la altura de la Plaza del Ejército, tuve que soportar un duo de músicos "callejeros", que interpretaban de mala gana temas de folklore, un par de vendedores de golosinas y un ex-adicto a las drogas que solicitaba colaboraciones para la ONG que lo había ayudado a salir de su infierno.
A la siguiente parada y coincidiendo con estación del Cuartel de Blandengues (que estaba a la altura de la iglesia del cerrito), se subieron dos veteranas que leían tramos de la Biblia y declaraban que el fin de los tiempos habían llegado y que si no abrazabamos la obra del Nazareno, estariamos perdidos.
Cosa que no tomé muy en serio, últimamente me consideraba un ateo perezoso ya que no pertenecía a ningún culto ni tomaba posición militante por el tema. La alharaca duró dos paradas hasta que el inspector sabiamente les pidió que dejaran de gritar el evangelio como dos sicóticas, y que trataran de respetar al resto de los pasajeros; en su mayoría trabajadores de cuello blanco que se iban al Zona Franca de Manga, a jugar que trabajaban ocho horas en unas oficinas/cubículos de última generación, y a lo que más se dedicaban era a perder el tiempo en redes sociales y en los últimos gadgets tecnológicos.
El siguiente círculo de este dantesco viaje, fue la estación del Hipódromo en que se subió un "humorista" que contaba con malísimos chistes con doble sentido, que hacían más que molestar a los pasajeros que hacer más ameno el trayecto. Por suerte estaba con mi copia de A Contraluz de Thomas Pynchon, y me abstraje de tan lamentable espectáculo.
Llegué a destino, me faltaban caminar unas cuadras antes de llegar a la estación satelital de la Telefónica Estatal; lugar que sabiamente habían planificado como sitio de contingencia del centro de cómputos. Me detuve en el automercado de la zona para comprar una coca cola y un par de empanadas, por si me pezcaba el hambre en el correr de la mañana; y caminé distraídamente las siguientes 2 cuadras solo aflojándome la corbata de seda; única señal de mi anterior etapa de yuppie electrónico. Ya llevaba 12 años trabajando en la empresa Telefónica, y desde el primer día iba correctamente vestido ahora iba con los pantalones algo arrugados, y con los bolsillos llenos de porquerías.
Pasé mi tarjeta magnética en la puerta de acceso al complejo Manga eran las 08:45 de la mañana, estaba previsto que entre las 10:00 y la 11:00 hs comenzara el simulacro. Me dediqué a vagar un rato por el eficicio principal de tres pisos muy similar al edificio adjunto a la Torre de Comunicaciones. Había otros dos edificios, uno un almacén subteráneo que era una especie de monolito enterrado 45 grados, y que por dento parecía un hangar retro-futurista por sus dimensiones; el otro edificio era la central de las antenas satelitales que era una especie de rombo futurista invertido, que me hacía acordar al Museo de Arte Contemporáneo de Niterói de Oscar Niemeyer.
En el segundo piso del centro del complejo estaban instaladas cincuenta estaciones de trabajo para los administradores de los servicios más críticos, el resto del piso era un pequeño espacio que era una zona desmilitarizada, no recuerdo si era porque todavía no había la autorización del sector Arquitectura para acomodar otros puestos de trabajo.
El tercer piso estaba en vías de terminación, la idea era acomodar un Call Center entero. En el primer piso estaban la gran sala de servidores y dos salas más pequeñas para los equipos de comunicaciones. Normalmente el edificio era mantenido por 10 personas que estaban alojadas en un mini-bunker en la planta baja cerca de una sala de videoconferencias y un par de salas de capacitación. Los trabajadores era en su mayoría funcionarios veteranos que habían "flipado" en algún momento de su carrera y estaban esperando los últimos años para retirarse, ellos siempre eran muy simpáticos con los visitantes ya que se consideraban que estaban en un campo de descanso del ruido intenso y stress de las centrales Aguada y Pocitos.
Uno de ellos era aficionado a jugar al golf en la zona de estacionamientos en la hora del almuerzo. Me parecía que el virtual aislamiento y los largos años de trabajar con centrales electromecánicas, los tenía algo desnorteados. En fin, gajes del oficio.
Me senté en mi estación de trabajo y comencé a revisar la tareas pendientes y los resumenes de los "brain-stormings" que se generaban luego de las reuniones entre jefes y coordinadores, estos últimos tratando de imponer nuevas mejoras en la calidad de los procesos y la clásica charla de la mejora de la relación con cliente interno y otras cosas más que ya me dejaron de interesar hace tiempo; ya que se perdía más tiempo siguiendo al pie de la letra los procedimientos recortándose la iniciativa y la capacidad de reacción ante escenarios no planeados de problemas.
En conclusión, todo era una galimatías auto-referencias de Ingenieros con demasiado tiempo disponible y pocas ganas de innovar.
El secreto del ejercicio consistia en que se seleccionara aleatoriamente una "situación de catástrofe" de un conjunto de escenarios posibles que previamente habían sido calculados meticulosamente; media hora antes de la hora de la maniobra un comité votaba por mayoria simple cuál problema se iba a reproducir y que procedimiento se debía aplicar. Y en el momento preciso del evento se les avisaba a los distintos coordinadores del tipo de simulacro que debían enfrentar.
A las 10:30 hs me llamaron para indicarme que se había producido una explosión en un generador de emergencia y que el supuesto incendio estaba afectando la continuidad del servicio. En resumidas cuentas se comenzaba el ejercicio.
Me avisan que los servidores de Contingencia están activos desde los primeros 5 min. y que hubo una pérdida mínima del servicio; se reportó un micro-corte del sitio web empresarial cosa no muy graciosa para la gente de Marketing, que según su utópica visión de la tecnología consideran que el no poder acceder a un sitio web es tan crítico, como una mala declaración de algún político en campaña electoral.
A las 11:15 veo a los primero técnicos que llegan algunos en camioneta y otros a través del subte. Se ponen en sus puestos de trabajo y comienzan a monitorear los servicios; hay un par de malentendidos y se corta el servicio a un par de aplicaciones de media importancia para el negocio. Estamos al 60 % de operación, lo importante era que el sistema de facturación siguiera funcionando y que no hubiera un colapso en centrales digitales y de datos. Todavía falta confirmar la operatividad de los servicios internos, que ante este plan tienen segunda prioridad.
En los siguientes 15 min. llega el segundo contingente de técnicos, y luego de una pequeña discusión por los puestos de trabajos se levanta el resto de los servicios. En el medio de la "catástrofe" se nota la disconformidad por el mal funcionamiento de los sistemas de aire acondicionado y que la iluminación es algo tenue comparado a la del centro de computos de Cordón.
Luego de listar un par de detalles menores como la falta de insumos informáticos, como hojas para impresión y toner para las impresoras. El problema más inmediato es que la centralita todavía no permite el llamado a líneas externas y solo podemos comunicarnos con líneas internas.
Se hace una reunión de los auditores para redactar las fallas e imprevistos y se declara que el ejercicio fue exitoso en un 95%.
Son las 12:15 y estamos en línea nuevamente, y solo tengo ganas de rascarme los sobacos.
En resumidas cuentas el dichoso ejercicio se trataba de levantar y dejar operativo el centro de cómputos en una zona segura y semi-remota en menos de 2 horas, esto se planificaba para los casos de catásfrofe de cualquier tipo (como un incendio, derrumbe, tornados, o una simple explosión).
Estaba algo dormido, producto del coctel de ansiolíticos y anti-depresivos que estaba tomando desde mi última crisis nerviosa. Me di una ducha rápida tomé un café con leche y tostadas, me vestí un traje azul marino; como siempre prometía peinarme y afeitarme antes de retirarme a trabajar, pero siempre fallaba en cumplir.
Caminé las pocas cuadras que me separaban de mi humilde morada en Gaboto y Asunción, a la estación de Subterraneo del Palacio Legislativo; debía tomar la linea D, que transitaba desde la Plaza del Entrevero, a la Estación Manga; calculaba no más de 35 minutos todo el trayecto, hoy era jueves así que la parada en la estación del Hipódromo/Casino de Maroñas no tendría demasiados jugadores compulsivos, deseosos por perder sus pocos ahorros en los caballos y en la máquinas traga-moneda/escupe-miseria.
Durante el primer tramo hacia la altura de la Plaza del Ejército, tuve que soportar un duo de músicos "callejeros", que interpretaban de mala gana temas de folklore, un par de vendedores de golosinas y un ex-adicto a las drogas que solicitaba colaboraciones para la ONG que lo había ayudado a salir de su infierno.
A la siguiente parada y coincidiendo con estación del Cuartel de Blandengues (que estaba a la altura de la iglesia del cerrito), se subieron dos veteranas que leían tramos de la Biblia y declaraban que el fin de los tiempos habían llegado y que si no abrazabamos la obra del Nazareno, estariamos perdidos.
Cosa que no tomé muy en serio, últimamente me consideraba un ateo perezoso ya que no pertenecía a ningún culto ni tomaba posición militante por el tema. La alharaca duró dos paradas hasta que el inspector sabiamente les pidió que dejaran de gritar el evangelio como dos sicóticas, y que trataran de respetar al resto de los pasajeros; en su mayoría trabajadores de cuello blanco que se iban al Zona Franca de Manga, a jugar que trabajaban ocho horas en unas oficinas/cubículos de última generación, y a lo que más se dedicaban era a perder el tiempo en redes sociales y en los últimos gadgets tecnológicos.
El siguiente círculo de este dantesco viaje, fue la estación del Hipódromo en que se subió un "humorista" que contaba con malísimos chistes con doble sentido, que hacían más que molestar a los pasajeros que hacer más ameno el trayecto. Por suerte estaba con mi copia de A Contraluz de Thomas Pynchon, y me abstraje de tan lamentable espectáculo.
Llegué a destino, me faltaban caminar unas cuadras antes de llegar a la estación satelital de la Telefónica Estatal; lugar que sabiamente habían planificado como sitio de contingencia del centro de cómputos. Me detuve en el automercado de la zona para comprar una coca cola y un par de empanadas, por si me pezcaba el hambre en el correr de la mañana; y caminé distraídamente las siguientes 2 cuadras solo aflojándome la corbata de seda; única señal de mi anterior etapa de yuppie electrónico. Ya llevaba 12 años trabajando en la empresa Telefónica, y desde el primer día iba correctamente vestido ahora iba con los pantalones algo arrugados, y con los bolsillos llenos de porquerías.
Pasé mi tarjeta magnética en la puerta de acceso al complejo Manga eran las 08:45 de la mañana, estaba previsto que entre las 10:00 y la 11:00 hs comenzara el simulacro. Me dediqué a vagar un rato por el eficicio principal de tres pisos muy similar al edificio adjunto a la Torre de Comunicaciones. Había otros dos edificios, uno un almacén subteráneo que era una especie de monolito enterrado 45 grados, y que por dento parecía un hangar retro-futurista por sus dimensiones; el otro edificio era la central de las antenas satelitales que era una especie de rombo futurista invertido, que me hacía acordar al Museo de Arte Contemporáneo de Niterói de Oscar Niemeyer.
En el segundo piso del centro del complejo estaban instaladas cincuenta estaciones de trabajo para los administradores de los servicios más críticos, el resto del piso era un pequeño espacio que era una zona desmilitarizada, no recuerdo si era porque todavía no había la autorización del sector Arquitectura para acomodar otros puestos de trabajo.
El tercer piso estaba en vías de terminación, la idea era acomodar un Call Center entero. En el primer piso estaban la gran sala de servidores y dos salas más pequeñas para los equipos de comunicaciones. Normalmente el edificio era mantenido por 10 personas que estaban alojadas en un mini-bunker en la planta baja cerca de una sala de videoconferencias y un par de salas de capacitación. Los trabajadores era en su mayoría funcionarios veteranos que habían "flipado" en algún momento de su carrera y estaban esperando los últimos años para retirarse, ellos siempre eran muy simpáticos con los visitantes ya que se consideraban que estaban en un campo de descanso del ruido intenso y stress de las centrales Aguada y Pocitos.
Uno de ellos era aficionado a jugar al golf en la zona de estacionamientos en la hora del almuerzo. Me parecía que el virtual aislamiento y los largos años de trabajar con centrales electromecánicas, los tenía algo desnorteados. En fin, gajes del oficio.
Me senté en mi estación de trabajo y comencé a revisar la tareas pendientes y los resumenes de los "brain-stormings" que se generaban luego de las reuniones entre jefes y coordinadores, estos últimos tratando de imponer nuevas mejoras en la calidad de los procesos y la clásica charla de la mejora de la relación con cliente interno y otras cosas más que ya me dejaron de interesar hace tiempo; ya que se perdía más tiempo siguiendo al pie de la letra los procedimientos recortándose la iniciativa y la capacidad de reacción ante escenarios no planeados de problemas.
En conclusión, todo era una galimatías auto-referencias de Ingenieros con demasiado tiempo disponible y pocas ganas de innovar.
El secreto del ejercicio consistia en que se seleccionara aleatoriamente una "situación de catástrofe" de un conjunto de escenarios posibles que previamente habían sido calculados meticulosamente; media hora antes de la hora de la maniobra un comité votaba por mayoria simple cuál problema se iba a reproducir y que procedimiento se debía aplicar. Y en el momento preciso del evento se les avisaba a los distintos coordinadores del tipo de simulacro que debían enfrentar.
A las 10:30 hs me llamaron para indicarme que se había producido una explosión en un generador de emergencia y que el supuesto incendio estaba afectando la continuidad del servicio. En resumidas cuentas se comenzaba el ejercicio.
Me avisan que los servidores de Contingencia están activos desde los primeros 5 min. y que hubo una pérdida mínima del servicio; se reportó un micro-corte del sitio web empresarial cosa no muy graciosa para la gente de Marketing, que según su utópica visión de la tecnología consideran que el no poder acceder a un sitio web es tan crítico, como una mala declaración de algún político en campaña electoral.
A las 11:15 veo a los primero técnicos que llegan algunos en camioneta y otros a través del subte. Se ponen en sus puestos de trabajo y comienzan a monitorear los servicios; hay un par de malentendidos y se corta el servicio a un par de aplicaciones de media importancia para el negocio. Estamos al 60 % de operación, lo importante era que el sistema de facturación siguiera funcionando y que no hubiera un colapso en centrales digitales y de datos. Todavía falta confirmar la operatividad de los servicios internos, que ante este plan tienen segunda prioridad.
En los siguientes 15 min. llega el segundo contingente de técnicos, y luego de una pequeña discusión por los puestos de trabajos se levanta el resto de los servicios. En el medio de la "catástrofe" se nota la disconformidad por el mal funcionamiento de los sistemas de aire acondicionado y que la iluminación es algo tenue comparado a la del centro de computos de Cordón.
Luego de listar un par de detalles menores como la falta de insumos informáticos, como hojas para impresión y toner para las impresoras. El problema más inmediato es que la centralita todavía no permite el llamado a líneas externas y solo podemos comunicarnos con líneas internas.
Se hace una reunión de los auditores para redactar las fallas e imprevistos y se declara que el ejercicio fue exitoso en un 95%.
Son las 12:15 y estamos en línea nuevamente, y solo tengo ganas de rascarme los sobacos.
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pajas mentales,
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